Hazte cargo de tu crecimiento personal

Nena Arias | 28 de marzo de 2022

“Y el mismo Dios de paz los santifique por completo; que todo su ser —tanto espíritu, como alma y cuerpo— sea guardado sin mancha en la venida de nuestro Señor Jesucristo”
(1 Tesalonicenses 5:23)

Todo lo que está vivo tiene que crecer y desarrollarse. No puede evitarlo. Tiene que seguir las leyes de la naturaleza que están incrustadas en su diseño. Los seres humanos también deben tener un proceso de desarrollo. Sin embargo, a diferencia de las plantas y los animales, no solo requerimos un crecimiento externo sino también un crecimiento interno porque nuestra composición es diferente. Tenemos un cuerpo, un alma y un espíritu. El crecimiento hacia el exterior está guiado por nuestros genes y la multiplicación celular si no hay ninguna enfermedad que obstaculice ese proceso. Entonces, la mayoría de nosotros crece naturalmente en ese desarrollo. Pero ¿qué pasa con nuestro crecimiento interior? ¿Se desarrolla naturalmente también? ¿Quién es el responsable de ese crecimiento?

Desde la concepción hasta la niñez, dependemos de nuestros padres y otros adultos para la vida misma. Requerimos su cuidado para todo. No podemos cuidar de nosotros mismos cuando somos pequeños. Nuestra madre lleva la mayor responsabilidad durante el embarazo hasta nuestro nacimiento. Si tenemos ambos padres, ellos se vuelven responsables de nuestra infancia y desarrollo personal. Si crecemos con un padre o tutor soltero, las cosas se vuelven un poco más difíciles, pero son manejables, especialmente si el padre o tutor se centra en la verdad revelada de Dios.

Nuestro mundo interior es la suma de lo que somos. Es la morada de nuestro espíritu, intelecto y emociones. De esos tres el espíritu toma preeminencia; alimenta a los otros dos: el intelecto y las emociones.

La alimentación y el desarrollo del espíritu es el desafío más fundamental para el ser humano. La fuente del alimento espiritual se convierte en una búsqueda de vida que nunca termina hasta que terminamos nuestro viaje terrenal. Miles de millones de personas han pasado por este mundo a lo largo de miles de años y, lamentablemente, en su mayoría han dejado un rastro de destrucción, incertidumbre y desesperanza debido a su deficiente interpretación de la vida, el mundo y especialmente el más allá según su inclinación para asimilar los conocimientos que se les imparten a través de la religión o la filosofía. Ambos de los cuales en sí mismos no te acercarán a lo que se requiere para vivir una vida abundante en la tierra y prepararte para la otra vida que nunca terminará. En cualquier estado en el que entres en la eternidad, ese será tu estado para siempre. La mera religión requiere que alcances un buen nivel de espiritualidad a través de las obras. A un buen nivel de espiritualidad no se llega con obras. Si ese fuera el caso, no habríamos necesitado un Salvador y Jesús no necesitaba venir a redimirnos del pecado y la muerte. Efesios 2:8-9 “Porque por gracia son salvos por medio de la fe; y esto no de ustedes pues es don de Dios. No es por obras, para que nadie se gloríe.”

A lo largo de los años de la historia, encontramos registros de quienes supieron interpretar la vida, el mundo y el más allá dejando un legado de esperanza, certeza y la forma de construir la vida y las instituciones sociales de acuerdo con el único proyecto de vida que tiene el ser humano, dado y registrado para siempre en—la Biblia—nuestro manual de vida.

En la actualidad nos enfrentamos a los desafíos críticos que enfrentaron otras generaciones y grandes civilizaciones. Los pilares principales de la sociedad son la política, la economía, la educación, la ecología y la teología que se están desmoronando.

La buena noticia es que no tenemos que ir por el camino de la destrucción, ni personal ni nacionalmente. Si aprendemos de los errores de las personas en el pasado, especialmente del antiguo Israel rebelde y cómo Dios los llamaría constantemente a la justicia y al sentido común. Les hizo promesas que tenía toda la intención de cumplir si tan solo confiaban en él personal y nacionalmente. Por ejemplo, en Isaías 58:11-12 dice: “El SEÑOR te guiará siempre y saciará tu alma en medio de los sequedales. Él fortalecerá tus huesos, y serás como un jardín de regadío y como un manantial de aguas cuyas aguas nunca faltan. Los tuyos reconstruirán las ruinas antiguas. Levantarás los cimientos que estaban destruidos de generación en generación. Y serás llamado reparador de brechas y restaurador de sendas para habitar”.

Algo que debe entenderse bien acerca de las promesas de Dios es que siempre vienen con una condición de estar bien con Él al obedecer Su verdad revelada. Dios es un buen inversor. No desperdicia su bendición ni su bondad. Él requiere un corazón puro, y la única forma en que podemos desarrollarlo es mediante el nuevo nacimiento en Cristo y la obediencia. Entonces, tiene que probarnos porque su objetivo final es para la eternidad y nada impuro puede entrar en su cielo. Él sabe cómo todo debe obrar para nuestro bien. Él conoce nuestro potencial, pero quiere que nosotros también lo sepamos.

Dios creó la raza humana con un propósito; a pesar del pecado esto no frustró Su plan. Necesitamos conocer Su plan y comprometernos a llevarlo a cabo, aunque aparentemente seamos los únicos. Esta es la razón por la que debemos conocer Su plan revelado en Su Palabra.

Responsabilidad personal

Nadie es responsable en última instancia de tu crecimiento personal sino tu mismo. Lo creas o no, esto comienza a una edad muy temprana de acuerdo con tu capacidad de razonar y tomar decisiones. Por eso es de suma importancia que los padres de familia estén siempre alerta y constantes en su trabajo de educar bien a sus hijos. Proverbios 22:6 “Instruye al niño en su camino; aun cuando fuere viejo no se apartará de él.”

Los padres son comisionados por Dios para enseñar correctamente a sus hijos lo que han aprendido y están aprendiendo acerca de la vida, que incluye a Dios.

Los que somos padres sabemos que hasta un niño muy pequeño sabe cuando está haciendo algo mal, y se esconde para hacerlo o cuando se enfada y arremete contra sus hermanos u otros niños, sabe que se está portando mal. De acuerdo, tendremos que repetir nuestras instrucciones muchas veces sobre ese comportamiento, pero a su debido tiempo, recibirán el mensaje y sabrán que habrá consecuencias debido a su mal comportamiento. ¿Por qué pasa esto? Porque todos nacemos con capacidad de razonar y libre albedrío. Nosotros debemos cuestionar todo lo que vemos y oímos en relación con la Palabra revelada de Dios. Cuanto antes empecemos, mejor.

Una vez que estamos decididos a asumir la responsabilidad personal de aumentar el conocimiento de Dios y Su voluntad en toda sabiduría y entendimiento espiritual, nada puede convencernos de un conocimiento diferente. No importa si ofrece una gran ganancia; si es contrario al conocimiento de Dios, no vale nada, y podemos poner ese conocimiento y sabiduría mundana a prueba de la historia y la Palabra de Dios.

La meta esta expresada en Efesios 4:13-14 “…hasta que todos alcancemos la unidad de la fe y del conocimiento del Hijo de Dios, hasta ser un hombre de plena madurez, hasta la medida de la estatura de la plenitud de Cristo. Esto, para que ya no seamos niños, sacudidos a la deriva y llevados a dondequiera por todo viento de doctrina por estratagema de hombres que, para engañar, emplean con astucia las artimañas del error”.

A medida que adquirimos el conocimiento del Padre, el Hijo y el Espíritu Santo y lo damos a conocer, más crecemos y ayudamos a otros a comprender cómo interpretar de manera efectiva lo que está sucediendo ante nuestros ojos y los pasos que deben tomarse para tener éxito. Todo lo que Dios nos pide es que hagamos nuestra parte y le dejemos a Él el tiempo y los resultados finales. Haciendo las cosas de esta manera, nunca podemos perder.

“Porque la Palabra de Dios es viva y eficaz, y más penetrante que toda espada de dos filos. Penetra hasta partir el alma y el espíritu, las coyunturas y los tuétanos, y discierne los pensamientos y las intenciones del corazón.”
(Hebreos 4:12)

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