La historia de Christina

EL BEBÉ CORY SE MERECÍA UNA MEJOR DEFENSA

Yo era joven cuando quedé embarazada; tenía 17 años y todavía no me había graduado de la preparatoria. Tenía entonces muchos sueños sobre mi futuro. No había enseñanzas espirituales en mi familia cercana, y en todo lo que podía pensar era la pesada carga que yo sería para todos los que estaban alrededor de mí, y cuán embarazoso iba a ser asistir a la escuela con una barriga grande. Los hombres de mi vida (mi novio, mi papá) de repente se volvieron extremadamente inalcanzables. Me evitaban a mí y a mi «problema». Mi madre asumió el papel de «Lo que tú decidas hacer» y la posición de «Es tu decisión personal». Al saber lo que sé ahora, una pregunta grita en mi mente: ¿Por qué ninguna de las personas involucradas en el proceso de mi aborto me dio todos los datos para poder tomar «mi» decisión adecuadamente? Aunque no recibí palabras de amor como «Todo va a salir bien» o «Tú puedes hacer que esto funcione», al menos pude haber sido instruida en el proceso prenatal y habérseme dicho en qué etapa de ese desarrollo se hallaba mi bebé. ¿Cómo puede una joven tomar una decisión si las personas que están alrededor de ella se mantienen calladas o, peor, como en el caso de la Clínica de la Mujer [Women’s Clinic], los que ofrecen ayuda sólo presentan el lado pro-elección? Me empujaron a través de todo el proceso con otras ocho o diez mujeres que estuvieron conmigo en cada etapa, desde su lamentable idea de la consejería hasta quitarme la ropa. Me hablaron del «proceso» con un tremendo énfasis en cuán fácil era el procedimiento y cómo todo iba a estar «terminado» ese mismo día. Sus palabras eran mentiras, enmascaradas en forma de educación tendenciosa. Me llevaron al salón de operaciones, la cuarta o quinta en la cola, y me subieron a la mesa. El médico dijo que no podía hacer el aborto porque ya o estaba muy avanzada. Entonces me llevaron a otro salón donde una enfermera me hizo un ultrasonido que ocultaron de mi vista. Cuando pregunté qué cosa era el procedimiento, me dijo que estaban midiendo al feto para saber qué tan avanzada yo estaba. Yo no sabía lo que era un ultrasonido. No me dijeron que podía ver una imagen de lo que estaba creciendo dentro de mí. Quedé sorprendida cuando vi que había imágenes en mi historia clínica. Pregunté por ellas y ella me dijo que eran imágenes, pero cuando pedí verlas ´trató insistentemente de disuadirme. Cuando insistí, ella me dijo que estaba preocupada por que yo podía «torturarme a causa de ellas». Las miré a pesar de sus advertencias; no se parecían a nada. Después descubrí que eran tomas a corta distancia del fémur, y obviamente, si a uno no le dicen qué está mirando, ¿cómo puede entender? Terminé abortando a mi bebé a las 22 semanas, al día siguiente. Me habían dicho que iba a haber una sensación de estiramiento, pero no me dijeron que era el médico desbaratando a mi bebé, una extremidad tras otra, para sacarlo de mi vientre. De hecho, no me dijeron muchas cosas:

  • Que mi bebé ya era un niño o una niña.
  • Que mi bebé tenía dedos en las manos y en los pies.
  • Que mi bebé podía sentir dolor.
  • Que había personas que querían ayudarme de veras con otras opciones y que se les podía contactar con facilidad.

Todo eso fueron aspectos de mi proceso de aborto que podían haberme dado la instrucción y la capacidad para tomar una decisión mejor. Pero me los negaron a causa de la ideología de alguien de que las mujeres deben tener elección. Quiero corregir a estas personas: No hay «Elección» para las mujeres si no se les dan los recursos necesarios para tomar una decisión fundamentada. No hay una verdadera comprensión de ninguna opción si no se entiende por completo la opción contraria. A partir de mi experiencia de 1987, clamo porque AL MENOS se hagan estos cambios en las Clínicas de Abortos:

  1. Una instrucción COMPLETA del proceso prenatal.
  2. Información acerca de Pro-Vida y su punto de vista.
  3. Distribución de nombres y números de las agencias locales pro-vida.
  4. Un período de espera después que se recibe esta información, para la reflexión y para dar a la mujer tiempo para tomar su propia decisión.

Creo que, si las mujeres comprendieran de verdad lo que están decidiendo y se les diera la oportunidad de hacer una elección INSTRUÍDA, muchas más elegirían no abortar. Yo hago un llamado a dar información y a que todas las mujeres que se hayan hecho un aborto a que hablen de la angustia que puede ocasionar la decisión «pro-elección». Han pasado 18 años desde mi aborto y ahora es que estoy empezando a sanar. Parte de esa sanación procede de «No Más Silencio». Me niego a ocultar mi vergüenza y de esa forma proteger la propaganda «Pro-Elección».

Christina Jung