La historia de Kathleen

Fue el día que cumplí diecisiete años. Falté a la escuela ese día y una amistad me llevó a la clínica en carro. Fui admitida y llevada a una sala con otras mujeres jóvenes que esperaban por sus abortos. Más tarde, me transportaron en silla de ruedas al quirófano y me pusieron anestesia general. Me desperté sangrando, con dolores, náuseas y tenía como evidencia un gran moretón donde había estado el suero. Al final de la tarde me dieron de alta. Mi amistad me recogió en carro para llevarme a casa. Llegamos a la casa para mi fiesta de cumpleaños. Escondí mi mano para evitar preguntas sobre el moretón. Nadie supo aquella noche que mientras celebraban el día en el que yo había nacido, yo le había quitado la vida a mi primer hijo. 

No terminé ahí. Tuve dos abortos más después de ese. El aborto parecía ser la salida fácil. Podía continuar con mi vida. Lo veía como una solución a un problema. Sin embargo, lo que parecía una salida fácil se convirtió en una espada de dos filos de negatividad física y consecuencias emocionales. El aborto no es un procedimiento seguro. Es una cirugía con riesgos. Experimenté hemorragias, calambres intensos, infecciones y fiebres. Existen muchos otros riesgos y complicaciones asociadas al aborto. Emocionalmente, sufría de depresiones profundas, rupturas con novios, culpabilidad, vergüenza, ira, temor y una sensación de continua inutilidad. Cuando tuve una hija, encontré difícil crear lazos con ella por largo tiempo. También experimenté problemas sexuales en mi matrimonio. Lo que parecía exteriormente una salida fácil, me llevó a la destrucción interna. Lo que creí que era la mejor opción en el momento, en realidad era la peor. Hay caminos que al hombre le parecen rectos, pero su fin es camino de muerte. El aborto para mí fue un pecado secreto que me mantenía atada a un ciclo de pecado sexual.

Comencé el camino hacia la sanidad dando el primer paso de arrepentimiento. Por la gracia de Dios, y mediante la fortaleza del Señor para romper el ciclo de promiscuidad y aborto y recibiendo el perdón completo de Dios, su misericordia y gracia; mediante el reconocimiento del aborto como la pérdida de una vida y por ser capaz de llorar estas profundas pérdidas causadas por mis propias decisiones egoístas, fui restaurada emocionalmente. Al pasar un estudio bíblico post-aborto, y ser liberada de la culpa y la vergüenza por la gracia abundante de Dios, a través de la restitución, Dios me ha dado oportunidades de ayudar a llevar a otras mujeres que han sido heridas por el aborto a un estudio bíblico post-aborto, porque sólo en Él se encuentra la esperanza y la sanidad. Y yo tampoco quiero continuar callada.

Estaba manejando una vez y escuchando a un pastor en la radio, y éste dijo algo que realmente tocó mi corazón. Él dijo: «Hay más gracia en el corazón de Dios, que pecado en tu pasado».

Gracias.