La historia de Linda

Algo dentro de mí se había muerto 

Hola, mi nombre es Linda Menon.  Soy de Edmonton, Alberta.

Cuando era una muchachita, yo también tenía un sueño. Soñaba que, para cuando tuviera 22 años quería casarme y quería tener mi familia intacta. Creía que iba a tener dos o tres niños y que mi vida iba a ser casi igual a la que se ve en las películas.

Desafortunadamente, Hollywood no es real. Cuando estaba estudiando en la escuela secundaria escuché lo que estaba sucediendo a principios de los años ’70 con respecto al aborto: lo estaban legalizando. Llegué a un momento en mi vida en que estaba sexualmente activa antes del matrimonio y yo, también, me enfrenté a un embarazo no planificado. Preferí el aborto bajo una enorme presión en mi vida por parte de padres, en particular mi madre, que sólo estaba reaccionando ante la vergüenza y la absoluta desolación de que eso le hubiera ocurrido a «su bebé».

Sólo quiero decir que aquello produjo un cambio tremendo en mi vida. Yo tenía aquel sueño de que iba a vivir una vida de cuento de hadas, y cuando tomé la decisión de abortar, mi vida dio un giro tal que nunca más la pude enderezar ni arreglar por mí misma. Cuando usted entra en una clínica de abortos, lo que le dicen es que ese es un procedimiento indoloro y sencillo; que terminará y se podrá ir a su casa para retomar su vida donde la dejó. Damas y caballeros, eso es una mentira, una mentira que viene directo del infierno. Después que me hice mi aborto, luego que me desperté de mi primer procedimiento, me vi a mí misma de una manera diferente. Algo dentro de mí se había muerto; no lo podía expresar en ese momento, pero era una realidad.

Viví el resto de mi vida, hasta que tuve 35 años, en un estado de auto-aborrecimiento, de depresión, de desaliento. Igual que muchas de las demás señoras que han escuchado ustedes esta tarde, yo también abusé del alcohol. Me dediqué a un estilo de vida promiscuo. Muchas de las mujeres que escogen el aborto continúan haciéndose abortos subsiguientes. Yo misma opté por dos abortos después del primero.

Quiero decirles hoy que yo lamento todos esos abortos y que los hice en un estado de ignorancia, aunque algo muy dentro de mí sabía que lo que estaba haciendo estaba mal. Puedo recordar que estaba en una situación, como acaba de describir Georgette, a las puertas del Día de las Madres. Entraba en una depresión tan profunda que mi marido no entendía lo que me pasaba. No podía hablar, no tenía deseos de ir a ninguna parte.

Yo estaba en una posición en que, digamos, por mi profesión – yo tenía una posición magnífica en la industria de las líneas aéreas – me invitaban a celebraciones de nacimientos. Esto era horrible para mí, el ser invitada a una celebración de un nacimiento. Cuando iba a una tienda por departamentos, como The Bay o cualquier Sears, yo evitaba el departamento de bebés, porque, si por casualidad llegaba allí, porque no sabía exactamente dónde estaba, ya que no me era conocida la tienda, me paraba allí en silencio y casi en shock, porque no podía resistir mirar las cosas con las que me enfrentaba, como los chupones, pañales y todas esas cosas. Cuando me enfrentaba con una mujer embarazada, siempre que tenía una actividad social en la que hubiera una señora que estaba obviamente gestando y pronta a tener su bebé, oía una voz en mi cabeza que me decía constantemente: «No eres digna. No eres una criadora. Eres una asesina». Eso me lanzaba a una espiral descendente. De esa manera viví mi vida durante años.

Hasta que, agradecidamente, un día llegué a un lugar donde encontré el perdón de Dios. Él vino a mi vida y restauró mi autoestima, restauró mi dignidad, me perdonó mis pecados. Y por medio del caminar que he tenido con Él, con gentileza me ha conducido a algunas señoras maravillosas en un centro de consejería del embarazo. Ahora quiero decir unas palabras en elogio de los centros de consejería del embarazo de todo el Canadá y los Estados Unidos. Quiero reconocer a la gente de Carenet, a los de Focus on the Family [Enfoque a la Familia], a todos los que trabajan ahí. Dr. Dobson, gracias por su actividad pública y por decir que esta es una causa con la que vale la pena comprometerse. Somos mujeres que estamos dondequiera y nos sentimos heridas.

En el centro de cuidado y consejería del embarazo de Edmonton, una agradable señora llamada Judy Pierce me dio cariño, me cuidó y me dijo que yo me merecía eso. Me llevó a un lugar donde pude pasar la consejería post-aborto. En ese momento no sabía lo que era, pero literalmente fue la herramienta que Dios empleó para devolverme a una condición en la que yo pudiera entender la Escritura que dice: «He venido para que tengan vida, y para que la tengan en abundancia». Ella me condujo a través de esta maravillosa sanación.

Hoy tengo un nuevo sueño. Mi nuevo sueño es pararme como ahora ante la nación, ante el pueblo de este país, y hablar a nombre de los niños que se han perdido, de aquellos cuya sangre está clamando por justicia desde las calles. Y le pido a todos los que están aquí, a todos los que me escuchan, a todos los que oigan este mensaje en cualquier momento del futuro: No tomen la vida de sus hijos. Para las mujeres que están por ahí, concibiendo, y que están confundidas, hay ayuda, hay una solución para este problema mejor que terminar con la vida de su hijo. Y a las mujeres que han pasado por eso, quiero alentarlas, a cada una de ustedes. No me importa si están en el bando de los pro-elección o de los pro-vida. Quiero decirles que Dios las ama; que quiere extender Su mano hacia ustedes con misericordia, gracia y perdón. Él quiere llevarlas a un lugar de sanación. Y yo sólo quiero dar la gloria a Dios por el sueño que Él va a realizar en mi vida y en las vidas de las mujeres que están aquí en la plataforma. Gracias.