La historia de Mariah

Después de la tormenta

(Mi historia de aborto y de cómo encontré sanidad)

Por Mariah 

Al mirarme ahora, nunca pensaría que yo soy la misma persona que era hace 9 años. Mi actitud ahora es generalmente alegre y positiva. Le sonrío a TODOS los que encuentro en la calle, y amo la vida que Dios me ha dado. No fui siempre así. Hubo una época en que estaba sola y deprimida… sintiendo como si el peso del mundo estuviera sobre mis hombros. Estaba asustada y triste y, a veces, con ideas suicidas. Mi nombre es Mariah, y ESTA es mi historia.

Crecí como hija de una madre soltera. Mi madre y mi padre estuvieron casados unos pocos años, los primeros de mi vida, y después se dieron cuenta de que se habían casado demasiado jóvenes y decidieron que lo mejor para ellos era divorciarse. No recuerdo mucho más aparte de mi papá dejando la casa y diciendo que me recogería el fin de semana. Salté de casa en casa a partir de ahí. Mi mamá se volvió a casar… con un abusador. Mi papá también se volvió a casar. El ciclo continuó. Cada uno se casaba y se divorciaba, se mudaba de casa en casa y de apartamento en apartamento. Cada vez yo me ponía un poco más fuerte por fuera, pero más triste por dentro.

Me imagino que puedan decir que desde niña aprendí que la forma de resolver los problemas era buscar la salida más fácil. Me parece que esa fue la razón por la que, cuando supe que estaba embarazada, a la corta edad de 14, pensé que el aborto iba a ser la forma más fácil y callada de ocultar el «error» que yo había cometido y que nadie iba a saber nunca nada, aparte de los que yo quisiera decírselo. Pensé que un aborto sería un «trato hecho». Personas que me querían y se preocupaban por mí me dijeron que podía hacerme esta operación rápida y después olvidarme del asunto. Tenía 14 años, así que les creí. Dios SI PUSO unas pocas personas en mi vida que me dijeron que quizá el aborto no fuera la mejor opción, pero preferí ignorar sus advertencias y en lugar de eso me dejé llevar por mi primer impulso.

A las 8 semanas de embarazo sucumbí en las manos de un médico abortista. Lo recuerdo todo como si fuera ayer, no como los 13 años que han pasado. La «clínica» estaba muy limpia. Se escuchaba una música agradable. Oprah estaba en el televisor de la sala de espera. La «consejera»  estaba muy bien informada y era «chévere». Me dijo que eso realmente no era un «bebé», sino una pequeña masa de tejido. Me dije para mí misma: «Hey, puede que esto no sea tan malo después de todo».

Falso. Fue MALO. Al principio, no mucho. En verdad, al principio sentí alivio de que todo había terminado. Me sentía vacía de cierta forma, y quizá remordimiento en cierta manera, ¡pero decididamente sentía alivio!

El alivio no duró mucho. Pronto aquel alivio dio paso a la ira, la tristeza y la depresión. Me eché a llorar con el padre de mi hijo. Mi mejor amiga en aquella época salió embarazada y de repente sentí mucha envidia de ella. Después de todo, ella escogió quedarse con su bebé. ¿Por qué no tuve la entereza de quedarme con el mío? Cada vez que veía el vientre hinchado de una madre, o un bebé en un cochecito, me daban ganas de llorar. Me ponía furiosa y ahogaba mi  ira en alcohol cada vez que podía, a pesar de que era apenas una adolescente. Pensé en el suicidio más de una vez. Estaba perdida. Creía que Dios me ODIABA y  que iba a ir derecho al infierno por lo que había hecho. Tenía pesadillas con mi hijo.

Esto siguió y siguió, un círculo vicioso de odio a mí misma y abuso de mí misma con la bebida durante la mayor parte de mis años de adolescencia. Quería morir, pero al mismo tiempo quería ayudar de alguna manera a otras que estuvieran en la misma situación. Quería contarles mi historia a otras, pero al mismo tiempo no podía ni siquiera ESCUCHAR la palabra aborto sin encogerme.

Un domingo mi tía me invitó a su iglesia no denominacional. Crecí en la Iglesia luterana, pero de adolescente la encontré aburrida y dejé de ir. «De todas formas ¿para qué voy a ir?» – pensaba yo – «Dios no me quiere ahí». Pero sí fui, y ¿quién lo iba a decir? balanceándose en el banco delante de mí había una invitación a un estudio bíblico llamado Perdonada y Hecha Libre ¡para personas como YO, que se habían hecho abortos!

Ese día volé a mi casa y llamé al número que aparecía allí. ¡Eso era lo que ya había estado buscando! Entre el estudio bíblico y el TREMENDO liderazgo de mi iglesia aprendí que Dios sí me había perdonado y YO NO IBA rumbo al infierno. Acepté a Cristo en mi corazón y le pedí que fuera mi Señor en todos los aspectos de mi vida. Jesús murió por MÍ, no solamente por «algunos de los pecadores»… TODOS nosotros. Yo estaba perdonada desde la primera vez que lo pedí; nada de preguntas ni de mirar atrás.

Sin embargo, había una condición. Dios me había dado una historia para contar. Él no había estado DE ACUERDO con mi aborto, pero PERMITIÓ que ocurriera. Él me sacó de la desesperación, el aborrecimiento, la ira, la soledad y las tinieblas a un sitio de luz, paz, reposo y amor. Aprendí que estaba perdonada. Aprendí que era amada.

Dios me ha dado esta paz maravillosa con relación a mi aborto. SÉ que me reuniré con mi hijo en el cielo algún día. Hasta entonces, mi precioso hijo está en los brazos seguros y amorosos de Jesús, y por amor a las madres EN TODAS PARTES he preferido no estar ya más callada.