Rissa Arias

Gary DeMar | 2 de febrero de 2018

(GaryDeMar.com) – Jesús hizo muchas «señales»” (Juan 2:11; 2:23; 3:2; 4:54; 6:2, 14, 26, 30; 7:31; 9:16; 10:41; 11:47; 12:18, 37; 20:30), a las cuales llamamos milagros. ¿Fueron los milagros de la Biblia trucos, una forma de prestidigitación como las que hacen los magos del escenario David Copperfield y Penn y Teller? ¿Simuló Jesús levantar a las personas de la muerte, caminar sobre el agua y alimentar a miles? ¿Estaba Jesús, como Jim Jones, usando a  algunos de Sus seguidores para fabricarles un engaño minucioso a las gentes a fin de tener seguidores que fueran nacionalistas zelotes para derrocar a los romanos?  Alguna gente se cree eso, aunque Jesús rechazó toda idea de revuelta armada y de negarse a pagar impuestos.

El escéptico partirá de la premisa de que los milagros son imposibles. Este punto de partida lo obligará a llegar a la conclusión de que la Biblia es una detallada obra de ficción. Si no hay Dios, no hay milagros, excepto el «milagro» de que de la nada surgiera algo que se auto-organizó como seres inteligentes. Pero eso es un análisis para otro día.

Los milagros son posibles en el contexto de una realidad creada y ordenada por Dios.

Caminar sobre el agua

Los milagros que realizó Jesús nunca han sido repetidos. Los magos de hoy necesitan numerosos ayudantes, decenas de miles de dólares en equipos especiales y días de preparación para realizar sus complicados trucos. Caminar sobre el agua hubiera sido un acto muy complicado de prestidigitación. Imagínense el tipo de aparatos que Jesús hubiera necesitado para convencer a Sus discípulos de que Él realmente estaba caminando sobre el agua durante una tormenta fuerte en medio de un gran lago donde estaba la barca, «azotada por las olas» (Mateo 14:24). He aquí como el mago cristiano André Kole describe lo imposible que es hacer un truco de caminar sobre el agua:

En diversas ocasiones me han solicitado que actúe en convenciones de magos. Una vez, el organizador de la convención me pidió que actuara en la playa ante 700 magos de todo el mundo. Quería que creara una ilusión en la que yo bajaba de un bote y caminaba sobre el agua una corta distancia hasta la tierra.

Luego de pasar muchas semanas tratando de analizar todos los métodos que podíamos usar para semejante ilusión, finalmente la desechamos, Era imposible crear ninguna clase de efecto que pudiera convencer a alguien de que en realidad yo estaba caminando sobre el agua.

Esta experiencia me mostró que, incluso con nuestra tecnología moderna, ni siquiera podemos acercarnos a la repetición de muchas de las cosas que hizo Jesús hace casi 20 siglos.1

Tenga en mente que Jesús caminó sobre el agua durante una tempestad «a muchos estadios de tierra» (Mateo 14:24 ba). Un estadio son aproximadamente 600 pies [200 metros]. Las condiciones del Israel del siglo I estaban lejos de ser las óptimas para llevar a cabo un truco tan complicado, en especial durante una época en que los avances en la ingeniería eran mínimos.

Dar la vista a los ciegos

Los milagros de sanidad de Jesús eran diferentes de la variante moderna de los llamados sanadores por fe, porque Él curaba a la gente de enfermedades obvias que podían ser investigadas y confirmadas. Él le restauró la visión a un hombre que era conocido por la gente de su pueblo como uno que había sido «ciego de nacimiento» (Juan 9:1). Juan añade que «Desde el principio no se ha oído decir que alguno abriese los ojos a uno que nació ciego» (9:32). El hombre era conocido por sus «vecinos» (9:8). No era un caso de identidad equivocada (9:9). El milagro fue investigado cuidadosamente, porque los escépticos religiosos de su época no creyeron en el testimonio del hombre: «no creían que él había sido ciego, y que había recibido la vista» (9:18). Interrogaron a «los padres del que había recibido la vista» (9:18). Los padres dieron la siguiente respuesta: «Sabemos que éste es nuestro hijo, y que nació ciego;  pero cómo vea ahora, no lo sabemos; o quién le haya abierto los ojos, nosotros tampoco lo sabemos; edad tiene, preguntadle a él; él hablará por sí mismo»  (9:20–21). El Evangelio de Juan se adelanta a las objeciones a lo milagroso y las enfrenta de lleno detallando el proceso investigativo para sus lectores.

Alimentar, sanar y levantar a los muertos

Jesús realizó numerosos Milagros delante de innumerable testigos. Alimentó a más de cinco mil personas, al multiplicar los alimentos a partir de cinco panes y dos peces (Mateo 14:17). ¿Dónde escondió la comida, si todo no fue más que un truco?  Sanó a diez leprosos y los envió a que corroboraran su sanación (Lucas 17:11-19). La lepra era la enfermedad más temida en los días de Jesús. Los sacerdotes llevaban un registro de los que tenían la enfermedad (Lv. 13:2-3). Tenían que examinar cuidadosamente a los diez hombres antes de declararlos «limpios».

Por supuesto, la resurrección de Jesús  fue el milagro más significativo del Nuevo Testamento. Si Jesús no se hubiera levantado de entre los muertos, entonces la fe de los cristianos sería «vana» (1 Corintios 15:14). Ninguna de las teorías populares entre los ateos, racionalistas y materialistas puede resistir un escrutinio investigativo. Ni la teoría del desmayo, ni la del cuerpo robado, dos de las más explicaciones más difundidas de la resurrección, se sostienen cuando se estudia el relato del Nuevo Testamento. ¿Cómo podría un Jesús golpeado y torturado rodar una piedra enorme de la entrada de la cueva en la que estaba enterrado después de una crucifixión extenuante, caminar unas pocas millas con unos pies que habían tenido atravesados unos largos clavos y después convencer a Sus discípulos que se había levantado de los muertos? Si los discípulos hubieran robado el cuerpo, entonces es increíble que sufrieran el martirio por una mentira. Si los funcionarios romanos hubieran ocultado el cuerpo, entonces todo lo que tenían que hacer para demostrar que Jesús no se había levantado de los muertos era exhibir el cuerpo crucificado.

La Biblia va un paso más allá al incluir el testimonio de testigos. Tomás era un testigo escéptico (Juan 20:24–29). Lucas, el discípulo que escribió que había «investigado con diligencia todas las cosas desde su origen», incluso entrevistando a los que «lo vieron con sus ojos» (Lucas 1:2–3), informa que Jesús «se presentó vivo con muchas pruebas indubitables, apareciéndoseles durante cuarenta días». (Hechos 1:3). Pablo nos dice que Jesús «apareció a más de quinientos hermanos a la vez, de los cuales muchos viven aún» (1 Co. 15:6). Como le dice Pablo al rey Agripa: «Pues el rey sabe estas cosas, delante de quien también hablo con toda confianza. Porque no pienso que ignora nada de esto; pues no se ha hecho esto en algún rincón». (Hechos 26:26).

Conclusión

La Biblia se adelanta a los escépticos de la época actual. Todos los criterios para determinar si ha ocurrido un milagro se hacen evidentes en el texto bíblico. Los milagros no han sido repetidos bajo condiciones idénticas por ningún mago actual. Ninguno de esos milagros pudo haber sido realizado por medios mecánicos ni mágicos, ni en aquel entonces ni ahora. Los milagros de la Biblia son únicos, porque Jesús es único.

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