La guerra contra Dios se enfurece en Estados Unidos

Nena Arias | 5 de agosto de 2013

«Nosotros no nos consideramos una nación cristiana…»
                                                            -Presidente Barack Hussein Obama

 

Barack Obama declaró hizo la referencia anterior en Turquía el 6 de abril de 2009. ¿Por qué decidió hacer esta declaración y en una nación musulmana para colmo? Es evidente que desde que llegó a la presidencia ha tomado grandes pasos para incrementar la distancia de los valores bíblicos que caracterizaron el origen de nuestro país y le dieron su grandeza. Él continuó diciendo, «… nos consideramos una nación de ciudadanos que están unidos por ideales y un conjunto de valores.» Sin embargo, no mencionó de donde provienen esos ideales y conjunto de valores. ¿Exactamente cuáles son exactamente estos ideales y valores si su definición no proviene de la comprensión del Dios de la Biblia? Las acciones públicas de Obama para borrar la influencia del cristianismo por completo del concepto de los Estados Unidos como una nación continúan con una osadía descarada. ¿Estamos ahora totalmente dependientes de cómo Obama y el estado definen nuestros «valores»? Es de conocimiento público que Obama ha citado la Declaración de Independencia omitiendo deliberadamente la palabra «Creador» del texto y no ha habido ninguna protesta pública significativa para corregirlo. Sin embargo, el dejar a Dios fuera del cuadro no es un accidente. Esto no ocurrió de la noche a la mañana ni empezó con la administración de Obama. Sino que ha estado fabricándose ya por más de 150 años.

No hay duda de que las creencias bíblicas no están seguras en Estados Unidos. El sistema de creencia que trajo la libertad de fe a estas tierras, a causa de los abusos, ahora está resultando contraproducente. Algunos se han propuesto dedicar su vida entera a erradicar a Dios, o la menor mención de Él en todos los eventos y lugares públicos, exhibiciones públicas en días festivos, en los sellos municipales y estatales, en los tribunales, las escuelas públicas e incluso en las ceremonias militares y en los servicios de los capellanes. La Corte Suprema hace tiempo que entró al combate con sus decisiones en cuestiones de religión y la moral, han perturbado las aguas y han causado que la corriente de la nación se dirija a una dirección opuesta alejándola más de los estatutos de una vida de rectitud ante Dios. Los jueces liberales especialmente los que fueron designados en la segunda mitad del siglo, han sido instrumentos en las manos de los enemigos de Dios para corromper aún más la moral bíblica que estaba sólidamente integrada en el fundamento de Estados Unidos.

Cuando se excluye a Dios, lo único que quedan son tonterías, lo absurdo, la confusión y el pecado desenfrenado sin nada que pueda sujetarlo y la destrucción se avecina. “Sólo los necios dicen en su corazón: No hay Dios” (Salmos 14:01). “Las personas sabias atesoran el conocimiento, pero el hablar por hablar del necio invita al desastre” (Proverbios 10:14). “Las palabras del justo animan a muchos, pero a los necios los destruye su falta de sentido común” (Proverbios 10:21).

La guerra contra Dios está aumentando en Estados Unidos porque la mayoría de los creyentes en Dios y Sus principios no han resistido a los que odian a Dios lo suficiente y mucho menos de manera consistente. El fundamento del gobierno de Dios, los Diez Mandamientos, es atacado en los tribunales, las escuelas públicas y en cualquier lugar donde alguien se atreve a hablar de ellos en el ámbito público. Nadie sabe con certeza la apariencia física de Jesús, pero cualquier intento por un artista de pintarlo sobre lienzo es rápidamente atacado y si es posible es removido de la vista del público.

Esta guerra dirigida hacia Dios sólo puede triunfar si los que creen en Él se mantienen alejados y no hacen nada. Si ellos siguen aceptando la mentira de que existe la secularidad y la neutralidad, los que odian a Dios seguirán ganando batalla tras batalla.

¿Hemos verdaderamente llegado a un punto donde Dios no tiene lugar en nuestra nación? A esto yo respondo, «No, mientras yo viva», ¿tú qué dices?

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