Un corazón agradecido no es solo un evento anual

Nena Arias | 13 de noviembre de 2023

“Da gracias en todo…”
(1 Tesalonicenses 5:18)

No importa qué digan los hombres, vemos claramente en las Escrituras que el diseño de la Creación nace en el corazón de Dios, aun el diseño de las naciones por qué Él es el Altísimo sobre toda la Tierra, como es evidente en la historia de esta nación.

Habiendo establecido eso, a través de la Historia, aquellos que son sabios siempre reconocerán que toda buena dádiva proviene de la mano de nuestro Creador; los Peregrinos tenían esto muy presente.

Cuando se llega a ese reconocimiento, es inevitable experimentar una profunda gratitud al ver la obra de las manos de nuestro Padre Celestial, especialmente ante la tremenda adversidad y ante los desafíos abrumadores que confrontaron los Peregrinos al ser guiados por la mano de Dios hacia estas costas para iniciar una nación que desempeñaría un papel muy importante en el mundo y en el diseño de Dios.

Ser agradecido siempre ha sido una característica de gente sabia que tiene un enfoque correcto de las cosas y entiende la intención de Dios.

Lo primero que hizo Noé al desembarcar del Arca, después de experimentar la manifestación del poder y la gracia de Dios en el Diluvio, fue una acción de gracias, con un sacrificio sobre un altar.

La gente sabia siempre reconocerá que a pesar de su trabajo arduo, nada bueno sucedería sin las bendiciones de nuestro Padre Celestial. Dios le recordó a la nación de Israel esto al guiarlos a la Tierra Prometida cuando les dijo: “Cuando hayas comido y te hayas saciado, bendecirás al Señor tu Dios por la buena tierra que Él te ha dado. Cuídate de no olvidar al Señor tu Dios… No sea que cuando hayas comido y te hayas saciado, y hayas construido buenas casas y habitado en ellas… y todo lo que tengas se multiplique, entonces tu corazón se enorgullezca, y te olvides del Señor tu Dios que te sacó de la tierra de Egipto de la casa de servidumbre” (Deuteronomio 8:10-14). El Salmista David lo dijo de esta manera, “Da gracias al Señor porque él es bueno; por qué para siempre es su misericordia” (Salmo 107:1).

Como se puede apreciar, un espíritu de agradecimiento, acompañado de acción de gracias, no es algo que los Peregrinos iniciaran, pero se les tiene que dar crédito por reconocer que Dios estaba haciendo algo nuevo y significativo y que de Su mano estaban recibiendo grandes bendiciones al tener salud y cosechas abundantes en estas nuevas tierras.

En septiembre de 1620, un pequeño barco de madera llamado Mayflower zarpó de Inglaterra, rumbo al Nuevo Mundo. Un grupo de 102 pasajeros, la mayoría de ellos eran familias cristianas que creían que Dios los estaba guiando para establecer una nueva comunidad donde podrían adorar con libertad. Después de 65 días de ser sacudidos en alta mar por tormentas turbulentas, sufrir mareos, tener comida terrible, no tener instalaciones sanitarias y tener pobre higiene, estos Peregrinos arribaron a las costas del Nuevo Mundo.

Después de muchos contratiempos y enfermedades que causaron la muerte de la mitad de esos 102 pasajeros, para octubre de 1621, con la ayuda de indios amigables, con quienes habían formado un pacto de paz y quienes también enseñaron a los colonizadores a cultivar la tierra, la esperanza de una nueva vida para los Peregrinos fue fortalecida. Los corazones estaban llenos de gratitud por haber recuperado la buena salud, por tener cosechas abundantes y por gozar de paz con los indios.

William Bradford, el nuevo gobernador, declaró que Plymouth debería celebrar un festival de Acción de Gracias y tener a sus nuevos amigos indios como invitados especiales. Se fijó la fecha y la invitación fue entregada al Jefe Massasoit.

El menú era bastante impresionante: venado, ganso, langosta y otros mariscos, vegetales, y fruta seca. Los indios contribuyeron con algo especial. Pusieron maíz sobre las brasas y, para la sorpresa de los colonizadores, los granos de maíz empezaron a brotar y así fueron introducidos a las palomitas de maíz.

Debemos estar agradecidos que haya sido un espíritu de agradecimiento el que sobrevino a los Peregrinos y no uno de orgullo y arrogancia. Fue la gratitud la que predominó en todo su ser y estilo de vida conforme experimentaron la bondad de Dios. A tal grado fue el impacto de ese primer Día de Acción de Gracias en compañía de los indios en Plymouth del 1621 que estableció un ejemplo a emular por todos los ciudadanos americanos de sucesivas generaciones. Aunque es triste decir que para muchos hoy en día no es la acción de gracias con la misma connotación que la de los Peregrinos.

Antes de empezar a comer, los Peregrinos ofrecieron una oración a Dios quien milagrosamente los había llevado a este lugar. Aunque habían sufrido mucho, Dios los había bendecido en abundancia y ellos le ofrecieron sincero agradecimiento y alabanza.

La Biblia nos enseña a cultivar siempre una actitud de agradecimiento. Los verdaderos hijos de Dios están llamados a dar gracias a Dios por todo, y no sólo a ser agradecidos, sino también a regocijarse: “¡Acerquémonos ante su presencia con acción de gracias; aclamémosle con salmos” (Salmo 95:2). Contar nuestras bendiciones y leer versículos de la Biblia sobre el agradecimiento a Dios tiene una forma de llenarnos de esperanza. La Palabra de Dios y su sabiduría es un tesoro clave en todas las cosas.

“Perseveren siempre en la oración, vigilando en ella con acción de gracias” (Colosenses 4:2).

“Esto, para que sean enriquecidos en todo para toda liberalidad, la cual produce acciones de gracias a Dios por medio de nosotros” (2 Corintios 9:11).

“Porque todo lo que Dios ha creado es bueno, y no hay que rechazar nada cuando es recibido con acción de gracias pues es santificado por medio de la palabra de Dios y de la oración” (1 Timoteo 4:4-5).

Cuando te reúnas con tus seres queridos para celebrar este Día de Acción de Gracias, procura que sea con un espíritu de gratitud, ya que fue el tono que se estableció en la característica de esta gran nación. Que el agradecimiento y la alabanza a Dios por Su gran bondad llene los corazones.

“Da gracias en todo…” (1 Tesalonicenses 5:18).

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