La inminente revuelta cristiana contra la persecución

J. Matt Barber | 21 de julio de 2014  

Detrás de un rifle humeante de francotirador, alto, en la cima de su torre de marfil con sus colegas, esta el -«progresista» secularista. Contempla a sus numerosas víctimas, esparcidas abajo por el paisaje americano y sarcásticamente se burla: «¿Guerra contra el cristianismo? ¿Qué guerra contra el cristianismo?»

A continuación prosigue sus disparos, mientras insiste que esos cristianos no cooperativos que se esconden detrás de la palabra de Dios y la Constitución de los Estados Unidos, de alguna forma sufren un «complejo de persecución» (el panadero, el fotógrafo, el florista, el mesonero, el administrador de escuela cristiano, etc.)

Aunque hay muchos, es evidente para todos que el aborto y la «liberación sexual» siguen siendo los dos escenarios principales en el actual frente de batalla cultural.

Para desarrollar plenamente las causas del feminismo radical, el aborto a demanda, la licencia sexual sin restricciones, el «matrimonio gay» y similares, la izquierda pagana debe acabar enteramente con el libre ejercicio de la fe. Bajo el pretexto de «lucha contra la discriminación», hoy los cristianos sufren una discriminación a niveles sin precedentes.

Veamos si podemos explicar esto de manera suficientemente clara. Los cristianos, los verdaderos cristianos regenerados, creyentes de la Biblia, que se esfuerzan por alcanzar un mejor nivel para mantener fidelidad a la palabra de Dios y honrar Sus mandamientos – no participarán, de hecho no pueden participar, aprobar, facilitar ni favorecer ciertas conductas consideradas por las Santas Escrituras como inmorales o pecaminosas.

Esto constituye a la vez nuestro derecho humano, afirmado constitucionalmente, y nuestro deber cristiano.

No se hace por odio. No se hace por fanatismo. Esto no se hace ni desde una posición de superioridad, ni desde el deseo de «imponer nuestras creencias» a los demás.

Se hace tanto por obediencia a Cristo, como por compasión por nuestros semejantes caídos que todavía se revuelcan en la locura.

Fundamental para el cristianismo y claramente delineada a lo largo de todo el Antiguo y Nuevo Testamentos, es la proposición inequívoca y atemporal de que cualquier práctica sexual fuera de los vínculos del verdadero matrimonio entre el hombre y la mujer constituye una inmoralidad sexual y trae como resultado la separación de Dios. Esto, por supuesto incluye el comportamiento sexual entre miembros del mismo sexo, independientemente de que dicho comportamiento esté vinculado o no a la nueva noción del llamado «matrimonio entre personas del mismo sexo.»

Del mismo modo resulta central para el cristianismo el concepto relativamente fácil de entender que un seguidor de Cristo no debe ni acabar con la vida de un niño que está por nacer, ni ayudar o apoyar en modo alguno la eliminación de dicha vida. 

No se trata de que los cristianos deseen, de cualquier manera, denominar de pecaminoso el aborto, el comportamiento homosexual, la fornicación, el adulterio, la bestialidad, el incesto o  cualquier otra inclinación sexual desordenada. Es más bien que debemos hacerlo. Para el verdadero cristiano las verdades objetivas de Dios siempre sobrepasarán los deseos subjetivos del hombre.   

La Tercera Ley de Newton establece que: «Por cada acción, hay una reacción igual y opuesta».

Por cada ley, regulación, sentencia de tribunal activista o edicto presidencial que exige que los cristianos violen sus creencias religiosas honestas y adopten un estilo de vida postmoderno y moralmente relativista, se incrementa, en igual proporción, la posibilidad de desobediencia civil generalizada – desobediencia del tipo que no he hemos visto desde las luchas por los derechos civiles de las décadas de 1950 y 60.

De hecho, si en el espíritu del reverendo Martin Luther King Jr., nosotros, sus compañeros de viaje cristianos debemos afrontar de nuevo las mangueras de agua, entonces las enfrentaremos.

Como confirmó la decisión en el caso Hobby Lobby, el gobierno no puede quitar de la legislación el libre ejercicio de la fe. Cuando tu deseo, puede que intenso, de que yo te dé empleo a pesar de tu sistema de valores antagónico, pague por tu aborto, fotografíe u hornee un pastel con el arcoíris para tu falsa «boda»; entra en conflicto con mi derecho absoluto a la libertad religiosa, el resultado es una conclusión predecible.

Yo gano, tú pierdes.

Hemos visto y seguiremos viendo un aumento exponencial de los dueños de negocios cristianos que se niegan a violar los mandamientos de Dios mediante el cumplimiento de los dictados inconstitucionales, inmorales e injustos del gobierno. 

Durante 2,000 años, cada vez que han surgido este tipo de conflictos, los cristianos han colocado las leyes de Dios por encima de las leyes del hombre.

¿Qué te hace pensar que ahora cambiaremos?

Como muchos en la iglesia del primer siglo se negaron a doblar sus rodillas delante del César para adorarlo, de igual manera, muchos cristianos actuales rehusarán, bajo cualquier circunstancia, obedecer toda ley que pretenda convertir el pecado en obligatorio.

Si la iglesia del primer siglo, bajo el poder del Espíritu Santo, fue capaz de enfrentar los leones con esperanzadora anticipación de unirse a Jesús, entonces nosotros, también bajo el Espíritu enfrentaremos cualquier amenaza que la izquierda pagana pueda hacernos.  

En la guerra cultural actual, parece que no hay reglas de combate. La izquierda secular no aceptará nada menos que una rendición incondicional. Es decir, los paganos exigen que los cristianos abandonen completamente la cosmovisión bíblica, y adopten la de ellos.

Esto nunca sucederá.

Martin Luther King Jr. pronunció la célebre frase: «Uno tiene no sólo una obligación legal, sino una responsabilidad moral de obedecer las leyes justas. Por el contrario, uno tiene la responsabilidad moral de desobedecer las leyes injustas».

En 2012, después que el gobierno de Obama publicara unilateralmente su ahora destrozado mandato anticonceptivo / aborto del Departamento de Salud y Servicios Humanos, sacerdotes católicos de todo el país, para su gran crédito, leyeron desde el púlpito una carta que contenía la siguiente declaración: «No podemos cumplir – ni vamos a hacerlo – con esta ley injusta”.

A medida que nuestro gobierno secular impone cada vez más leyes similares, también aumenta la certeza de la desobediencia civil.

Si bien hay quienes se conformarán por miedo, debilidad o deseo de conformarse al mundo, habrá resistencia al mal por parte de muchos otros que no lo harán. Los cristianos debemos unirnos pacíficamente, cerrar los brazos y redoblar nuestra resistencia al mal.

Aún cuando ese mal esté adornado con la firma y el sello presidencial. 

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